
Si, nos estamos acostumbrando a vivir con miedo, a salir a la calle con esa precaución temerosa de no ser una estadística mas, de voltear la cabeza de un lado al otro esperando no encontrar a nuestro paso una cara o mirada extraña, unos ojos observadores que nos revisan de arriba a abajo valuando el motín que llevamos en nosotros.
Esta es la situación, esta es la vida que hoy vivimos miles y millones de mexicanos, y no tomo otros rubros de la delincuencia porque no terminaría nunca. Le tenemos miedo a los ladrones y aun mas a los señores policías, ya no sabemos si vamos a salir peor de uno o del otro, estamos expuestos a un sinnúmero de personas que hacen de su trabajo y modus vivendi el ser asaltantes a mano armada, ya sea de arma de fuego o arma blanca, no importa cual escojan, con cualquiera de las dos nos pueden quitar aparte de nuestras pertenencias, algo que no es renovable y eso es: Nuestro tiempo y vida.
Pero así vamos, así salimos a la calle con el Jesus en la boca, pidiendo a todos los Santos que se apiaden de uno y pasar por la calle como invisibles para estas personas.
Trabajamos incansablemente para conseguir un estilo de vida mucho mas cómodo, un estatus económico en el que los problemas futuros como lo son una emergencia o una enfermedad, no sean un problema económico, nos partimos el lomo estudiando, trabajando, abriendo los ojos a horas inhumanas, trabajando si bien te va 8 horas, o en el peor de los casos esas horas extras para poder cumplir con las metas establecidas en el trabajo.
Si, somos dentro de todo personas que trabajamos honestamente para vivir un presente y un futuro mejor.
Pero hay esos lacras de la sociedad que prefieren la vía fácil, no quieren esforzarse por conseguir un nivel de vida digno, ni sudar...a menos que sea el sudor del miedo o el de correr tratando de escapar después de cometer un atraco.
Nosotros sudamos un sudor digno, ellos sudan indignación, vergüenza, asco, denigrantemente podemos llamarlos... ¡la MIERDA de todas las sociedades!.
No estamos a salvo en ningún lugar, ya sea un restaurante, iglesia, antro, estacionamiento o centro comercial, y ya no digamos el ser un peatón que va camino a sus labores o un usuario del servicio de autobuses publico, estamos como esas prostitutas de Amsterdam, expuestos en una vitrina en donde el mejor o mas aventado de los clientes hace su oferta. Nosotros somos ellas, expuestos y a la mano de cualquier indigno miembro de estas sociedades, en la que escogen a la víctima y hacen su agosto.
Y pasa, nos pasa a todos, porque si te pasa a ti... me pasa a mi, todos hemos sido víctimas en algún momento de nuestras vidas de un robo, y vamos acostumbrándonos a vivir y caminar con miedo. Vamos acostumbrando a nuestros hijos en no confiar en nadie, en que no deben separarse un centímetro de nosotros, porque igual y llega el temidisimo "robachicos" y les decimos: "Mi amor, no te me separes ni un segundo, no me sueltes la mano, porque hay gente muy mala que te puede robar y no nos volvemos a ver."
Que trsiste, no? Yo recuerdo mi infancia como algo que ahora jamas volverán a vivir mis hijos, fue una infancia con libertad, en la que llegaba después del colegio, comía y hacia mis labores (tarea) y pelaba gallo para fuera de la casa, agarraba mi bicicleta, patines, muñecas y me reunía con todos los críos de la cuadra a jugar toda la santa tarde, que buenos tiempos aquellos, en los que nada mas se oian los gritos de las madres en todas las casas con los nombres de todos tus amiguitos diciendo: ¡Fulanito ya metete, que tienes que cenar, bañarte y dormir porque mañana hay clases! Y veías a la mama parada en el garaje de cada casa esperando a sus críos y oías los regaños: Mira niño como vienes, traes todo el pantalón roto, esos anillos de mugre en el cuello no se como te los voy a poder quitar, y el pelo lleno de tierra y pasto, ay niñoooooo, me vas a volver loca! Que hermosa fue nuestra niñez, una niñez de calle, de bebeleche, escondidillas, patinetas a toda velocidad por las calles empinadas, de bote pateado y policías y ladrones. Que buena fue nuestra infancia, hoy veo a mis hijos y lo único que puedo decir es: me duele que no puedan vivir lo que tan felizmente vivi yo, esos ires y venires maravillosos, en los que pedíamos 5 pesos para ir a la tiendita de la esquina a comprarnos un refresco o un dulce. Esa libertad de la que gozo mi generación y generaciones pasadas.
Hoy vivimos todos, hijos y padres con miedo, rezando para no ser una víctima mas de esta delincuencia que ya duele hasta la medula.
Hoy... hoy nos estamos acostumbrando a esto, este es el resultado de la falta de un gobierno protector, en el que ya no sabes si están peores los policías o los delincuentes, o son lo mismo!
¡Nos acostumbramos, porque nos están acostumbrando!.
#POSOYE
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