
Hoy fue día de comida familiar, nos guapeamos y nos fuimos a comer a un restaurante de comida libanesa (el único más o menos decente de la ciudad; pero bueno, la familia tenia ganas de probar un poco de las tradiciones culinarias de la sangre que llevamos), así que bien dispuestos a llenar la tripa con Kepe, Tabule, Hojas de parra y un jocoque, llegamos con casi la boca hecha una laguna del antojo. Llegamos muy monos y peinados pa'tras mis padres, mis hijos y yo a comer, obvio en el restaurante ya nos conocen, así que después de saludar a uno de los dueños y que el capitán no asignara una mesa, nos dispusimos a correr hacia la mesa de bufete por nuestros sendos platos de comida variada. Mi mama comió como pajarito, tres pedazos de papa, un poco de jocoque, un kepe bola y san-se-acabo. Mi plato en cambio parecía explosión de comida libanesa; volteo a ver el de mi mamá, y me dice: "Sí hija, sí, come todo lo que se te antoje, porque cuando llegues a mi edad, si Dios te presta vida, no podrás disfrutar de la comida como lo haces hoy; bendito tu apetito, eres flaca por buena suerte, porque como tragas niña". Primero me atragante con el tabule cuando me lo dijo y pensé: "¡Achis pues ni que comiera tanto caray!", pero la mirada me jalo al plato de mi papa, y veo la misma imagen que la del plato de mi madre: tres tristes pedazos de comida, y el mío como de un pelón de hospicio en el día del niño. Me quede pensando un momento en la imagen: mis papás están cercanos a los ochenta, y comen cada vez mas poco; yo con sendo plato de comida y con mi pan árabe para acompañar el bocado, veo a mis hijos comer con singular alegría y es entonces cuando me cae el veinte: no cabe duda que con la edad todo se jode, se jode la piel, el pelo, el cuerpo, los oídos, los ojos, el diente y ya ni le sigo porque me esta dando depresión, el caso es que tiene razón mi madre: hay que comer cuando uno pueda. Mi madre que es una señora guapísima por cierto, Doña glamoures que le dicen; siempre a la moda pero de acuerdo a su edad, con su peinado cardado y llena de accesorios, derramando y estilo, sin embargo ya no puede comer todo lo que se le antoja, porque si no es por la diabetes, que no la deja, es la colitis, la gastritis, la poca tolerancia que tiene ya su estomago para la comida muy condimentada y su edad, ya no es all food friendly... Mi papá está en las mismas, así es que me dije: "Fer, vida hay una sola, y tallas muchas! A darle porque igual mañana la dentadura postiza, la barriga o el corazón ya no me van a dejar disfrutar de todo lo que te gusta". Y es que siempre andamos preocupadas que si la lonja se nota mucho, que si el trasero nos creció, que si la espalda se nos esta haciendo de luchador de la arena coliseo, que si la pierna ya la tenemos con elefantiasis, que si los jeans ya no nos cierran y andamos haciendo acrobacias en la cama para que se desatore del trasero y poder cerrar el zipper. Ojeo las revistas de modas, las pasarelas, las fashion week de Londres, París y New York o veo en la televisión a las modelos, y pienso "¡ingueasu!". Con mucho coraje veo a las modelitos -son un hilo caminando- con aquellas piernas largas, hermosas y delgadas, sin un gramo de celulitis, con esas caderas del tamaño de las de mi hija de 3 años, con un busto maravilloso y ya ni hablemos de esos brazos largos y delgados, parecen animas vestidas caminando por esa pasarela…y yo, bueno yo estoy acostada en pijama, con la cara lavada, el pelo recogido en un chongo horroroso y con el lente para ver; con un generoso plato de papitas con su salsa, limón y Maggi, una Coca-cola bien fría, y entonces ¡entonces! me entra la depresión, misma que me arreglo con frases como: "¡Claro, esas viejas de eso viven, ni comen; se la pasan empastilladas y tomando champagne para llenar la tripa, de seguro se han de meter el dedo para vomitar o han de comer un pedazo de lechuga en cada comida! ¡ahhh que la ching$%&?¿, si yo hiciera lo mismo estaria igual que esas alambricas viejas", y muy indignada sigo tragonenandome mis papas, con los dedos llenos de salsa y hasta me los chupo para no desperdiciar ni una gota de ese maldito pero delicioso caldito; doy un sorbo a mi coca para calmar lo enchilada que estoy (que ya no se si es por la mendiga envidia o por las papas bañadas en salsa) y me hago mis chaquetas mentales y sigo comiendo, porque la verdad -y esto va para todas- ¡que rico es comer! No hay como darle gusto a la tripa. Siempre he dicho que soy flaca porque es mi genética, pero en realidad es que también me cuido un poco, por fortuna no me gustan los chocolates, ni los postres y mucho menos el pan dulce, así que es un plus a mi dieta, tampoco como nada entre comidas, pero cuando me siento a la mesa me devoro todo. En menos palabras, mis mujeres lindas: ni somos modelos y ni nos pagan por estar famélicas, así que disfruten mientras puedan el buen arte del comer; veo ahora a mis papas y me da pena lo poco que comen; tú que me lees, mientras goces de salud y comas balanceadamente, disfruta el comer; no sacrifiques tu vida por un pedazo de lechuga, no sacrifiques tu apetito por querer entrar en unos jeans talla dos, no dejes de disfrutar de uno de los placeres mas grandes de vivir. Las flacas esqueléticas solo nos gustan a nosotras mismas, a los hombres les gusta un poco de carne, un cuerpo que se sienta que esta vivo y no apunto de colgar los tenis. Y bueno a seguir dándole al taco, que en la vida hay muy pocos placeres y tenemos que disfrutar de ellos. Y con su permisito, me voy por mi segundo plato de papas bien condimentadas porque ya se me antojaron #POSOYE
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